“Nuestras últimas palabras”: resistir la precariedad de la Generación Z

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Una ceremonia íntima y sobria se realizó el pasado jueves en el Espacio Literario de Ñuñoa el pasado 29 de junio, a modo de lanzamiento del primer libro de cuentos publicado por Angelo Alessio: “Nuestras últimas palabras” (Sangría Editora). El volumen, catalogado como literatura gótica urbana, ofrece una mirada crítica de la precariedad del Chile neoliberal, especialmente para quienes pertenecen a la Generación Z (es decir, aquellos nacidos entre mediados de la década de 1990 y principios de los 2000).

Con una pluma que no teme detenerse en los fantasmas de las nuevas generaciones, sus ansiedades y sus angustias, el joven escritor hace una panorámica por una serie de lugares de la vida cotidiana que se revisten de un halo oscuro en sus cuentos: escuelas, SAPUS, plazas públicas y las sinuosas calles de Valparaíso son algunos de los escenarios donde ocurre la acción de los relatos.

Angelo Alessio (al medio). En la presentación lo acompañaron el escritor Antonio Gil (izquierda, al micrófono) y la académica Megumi Andrade (derecha).

VIDAS PRECARIAS: ESCOLARES, TRABAJADORES Y PACIENTES

El volumen se compone de seis relatos que retratan la precarización de la vida de distintos sujetos: las falencias del sistema escolar en “Yo cuento y ustedes se esconden” y “Cabro chico”; el despotismo en el trabajo en “Súmele el diez por ciento” y “El taxista”; el aislamiento de la vida contemporánea en “Plaza pública”; la inhumanidad del sistema de salud público en “Certificado de defunción”.

“En todos los protagonistas de los cuentos, ya sean adultos o niños, hay una condición de trabajador”, indica el autor en conversación con Radio Madero. “El trabajo tiene una cuestión en estos personajes que desgasta mucho el cuerpo, hay una cosa que los desgasta físicamente y que yo quería que se notara”, prosigue.

En efecto, la caracterización del sufrimiento del cuerpo frente a la fatiga o la enfermedad son tópicos que se pueden distinguir como una de las columnas que estructura los relatos. En “Certificado de defunción”, la acción gravita alrededor de una paciente que espera en un SAPU con un dolor estomacal lacerante. Cerca de ella tiene lugar una acalorada discusión entre una funcionaria del recinto y otra paciente: “Desconocemos el inicio, pero suponemos que es el mismo de siempre: un paciente o desahuciado o malagradecido alega por la pésima atención y la interminable espera” (44). O, en “El taxista”, el protagonista es asediado por las deudas y cobradores que están dispuestos a inflingir dolor y golpes a sus deudores: “Porque todos deben algo. Porque nadie puede escapar de esas fuerzas diminutas, intrusas, invisibles” (111), reflexiona el narrador.

“Los personajes, inclusive los niños, están insertos en esta lógica neoliberal del trabajo, del deudor, de poner el cuerpo”, comenta Angelo Alessio. “Y son precarios no solamente porque sufren en el cuerpo esta experiencia neoliberal, sino que también porque son tratados como si fueran ignorantes, como si tuvieran pocas cosas”. La precariedad, entonces, está mediada no solamente por la falta de algo (recursos, acceso, palabras), sino también por el trato despótico que sufren los personajes por parte de quienes están en escalafones más altos de poder.

FORMAS DE RESISTIR Y RESPONDER

Para el autor, era sumamente importante ir más allá de la melancolía y probar maneras en la que los personajes pudieran sacar la voz y responder aquellas circunstancias precarias, ya fuera rebelándose o mediante gestos más sutiles. “Lo que yo quise hacer es ver qué hacen estos personajes en las situaciones de precariedad —explica—. Ya sabemos lo que es estar en una condición precaria a nivel de trabajador, o de vivir en los márgenes, pero lo que yo quería era encontrar personajes que fueran capaces de decir «yo sí tengo algo, yo sí puedo decir algo». Personajes que pudieran dar cuenta de una voz”.

El impulso que tienen los personajes por la vida, por no claudicar ni dejarse avasallar, está presente en cada cuento de diversos modos. Desde un gesto, un pensamiento o un deseo que experimenta el protagonista en su cabeza, hasta salidas de rebeldía que bullen en los personajes más jóvenes, aquellos que están dentro del viciado sistema escolar que se retrata: “Todos los personajes están inscritos en un sistema con reglas muy claras que los hacen existir de tal o cual forma, desde el inicio hasta el final, como si tuvieran que seguir una especie de camino”, comenta el cuentista. “Pero ellos quieren hacer algo al respecto, torcer un poco esas reglas del juego, responder, aunque sea en la imaginación”.

Precisamente, la voz es donde se juega la agencia de los personajes de cada relato, la capacidad de enfrentar o, al menos, negociar. En “Yo cuento y ustedes se esconden”, el relato que inaugura el libro, el narrador se pregunta sobre la autoridad escolar y se responde con suspicacia: “¿Quién puso las reglas del juego? La respuesta es engañosa” (14). En “Cabro chico”, otro cuento que gravita alrededor de los abusos del sistema educativo, el narrador se niega a ser comparado con un alguien anónimo: “Yo en ese momento pensaba dos cosas. La primera era que yo no me parecía a él, que no quería parecerme a él porque no lo conocía. Me quería parecer a mucha gente, pero no a ese niño sin nombre” (67).

“Esa es una visión que me gusta mucho más para nuestra generación: no me gusta tanto esa visión que se queda en la nostalgia o la tristeza del mundo; pienso que también hay que buscar una acción, aunque sea un pequeño gesto que genere un cambio hacia adelante”, concluye el autor.

“Nuestras últimas palabras” fue editado por Sangría Editora en 2022 y actualmente se encuentra en circulación en diversas librerías del país, así como también en la distribuidora de libros “La Komuna” (https://lakomuna.cl/).

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